
Tras la recomendación de un conocido, con bastante criterio por cierto, para ver cine no americano, me dispuse a ver esta película y que nada tiene que ver con su título.
Una deliciosa historia, así sin más, sin grandes explosiones, sin grandes sorpresas, pero de una sensibilidad pasmosa y de una profundidad humana sin límites.
Una deliciosa historia, así sin más, sin grandes explosiones, sin grandes sorpresas, pero de una sensibilidad pasmosa y de una profundidad humana sin límites.
La historia gira en torno a un hombre divorciado que se ve hospitalizado debido a una enfermedad terminal. Su mujer y su hijo, con el que no tiene una buena relación, vuelven a su lado para estar con él y reunir a las personas más significativas en su vida.
Este argumento que a priori no parece original, nos va atrapando en una trama suave, no falta de momentos cómicos y de una pequeña crítica social.
El protagonista va repasando su vida, excesiva,apasionada, en la que ha cometido errores que desembocan en una acuciada soledad, ahora, en la recta final.
Este argumento que a priori no parece original, nos va atrapando en una trama suave, no falta de momentos cómicos y de una pequeña crítica social.
El protagonista va repasando su vida, excesiva,apasionada, en la que ha cometido errores que desembocan en una acuciada soledad, ahora, en la recta final.
Y...¿ que harías tú si supieras que te vas a morir? el resquicio inevitable cuando finaliza la película.
Decía hace meses una señora, de estas del papel "cuché" en una entrevista, que no estamos preparados para la muerte. Había perdido a su marido hacía unos quince años en una accidente de tráfico, cuando la noche anterior comentaban lo bien que les iba, lo felices que eran...
No estamos preparados para los que se van y nos dejan, ni tan siquiera los que tienen la más profunda fé religiosa. Y tenía razón. Pero es que, pensando sobre aquellas palabras que han aflorado de nuevo, tras las Invasiones Bárbaras , no quiero estarlo tampoco.
No quiero que me de igual ver marchar a personas que amo, ni podría aceptar que tengo que dejar un mundo, seguramente el único que hay, y que me encanta.
No estamos preparados para los que se van y nos dejan, ni tan siquiera los que tienen la más profunda fé religiosa. Y tenía razón. Pero es que, pensando sobre aquellas palabras que han aflorado de nuevo, tras las Invasiones Bárbaras , no quiero estarlo tampoco.
No quiero que me de igual ver marchar a personas que amo, ni podría aceptar que tengo que dejar un mundo, seguramente el único que hay, y que me encanta.
Me niego a no volver a ver nunca más a los que suben a la barca de Caronte o a los que pasan al lado de Odín. Tampoco a los que suben al cielo o a los que se reencarnan en un suspiro.
No lo acepto como parte de la vida,no.
No lo acepto como parte de la vida,no.
