Abuelos




Este post es fruto de muchos pensamientos y de recuerdos, de esos pequeños momentos de soledad, disfrutados unas veces y otras sufridos con dignidad.
Lo he escrito en mi cabeza en diversas ocasiones cuando he ido conduciendo, cuando he paseado a mi perro, cuando he pasado tardes aburrida , pero nunca he llegado a comenzarlo.
He querido cuidarlo,mimarlo, perfeccionarlo, pero al final he decidido que las cosas que mejor sé hacer son aquellas que hago con el corazón, según manan y desembocan en mí o vienen como las pesadillas en mitad de la noche o la canción que tarareas sin saber por qué. Las que han resultado de tachar, borrar, rectificar y corregir con el tip-ex del teclado...han resultado demasiado artificiales y artificiosas.

Mi abuelo era un SEÑOR. No era por la edad, ni por su seriedad ni porque a la gente mayor haya que tenerla respeto. Es que lo era. Su educación era exquisita y sus modales prudentes.De boina y abrigo, zapatos con cordones y una brocha marrón de pelo, con la que se afeitaba despacio y con buena letra cada mañana.
Lo siento si no era un humilde trabajador del campo, pero él, lo hizo toda su vida en el ayuntamiento y a pesar de su rancio abolengo, pero del de verdad, siempre fue generoso y altruista.

Mi abuelo tenía un sentido del humor excelente y cercano. Le encantaba llevarme de tapas y tomarnos los chatos de vino o cerveza por todo el pueblo. Hasta bien viejecito lo hacíamos cada navidad.
Mientras fuimos niños fue ese abuelo de cuento, de sentarse y relatarlos en los pies de la cama, aquel cuento del caballo blanco. Nos contaba una historia a mi hermano y a mí donde este corcel venía a buscarnos volando. Con los ojos como platos creíamos verle volando con alguno de los dos, uno cada vez, como protagonistas. No logro recordar la historia pero las súplicas de: "cuentanos el cuento del caballo blanco".
El otro día sorprendí a mi hermano contándole el cuento a su hijo y trajo a mi alma bonitos recuerdos e imborrables y mis pupilas se nublaron de agua salada...
Nunca hablaba de la guerra, solo mencionaba el hambre,el frío y las penurias o contestaba alguna de nuestras preguntas, pero podría decir que era de aquellos hombres que la habían superado y enterrado con ello los rencores.
Hace años que no estás pero aún parece que voy a encontrarte en el sillón orejero del pueblo esperando para tomar unos chatos. Decir que te echo de menos es una frase que se queda corta y donde la sintaxis y la semántica se me antojan limitadas.

Mi abuela era una dama. Siempre peinada y aseada con sus zapatos de tacón y su perfume.Su olor a crema . Perlas, colorete, presumida a lo años cincuenta, incapaz de salir a la calle sin darse colorete y carmín y sus taconcitos.
Eran famosas las discusiones en las que mandaba callar a mi abuelo ,más granujilla que él con la picardía de la castellana fina y el decir de los refranes.
Emerge la textura de su piel tan suave como uno de los recuerdos más bonitos y salpica mi mente con la imagen de sus manos y su cutis blanco y con aroma de talco.
Íbamos a los toros con la manta entre el calor estival y el frío de la Moraña que siempre asoma incluso en las noches de Julio y Agosto. Bota de vino y gritos cuando las vaquillas iban a pillar a los mozos. Que grande es haber tenido pueblo!.
Te gustaba mi pelo, "la melena¨, que tantas veces me decías,dejara suelto. Y en ocasiones lo oigo mientras me peino en el espejo y cae sobre los hombros.
Ell neceser de tu cosmética, tus blusas blancas y las zapatillas negras de abuelita que ya usaste cuando no podías caminar. Se palpa tu recuerdo y es tangible porque tu ausencia aún dura poco y atenaza mis días sorprendiéndome al pensar en tí ,cayendo en la cuenta que no regresarás más que al recoveco de mi memoria, eso sí, donde siempre tendrás un lugar.
Y el adios se hace duro porque finaliza una saga y termina una figura de la que nunca he querido desprenderme:vosotros. Y entonces te das cuenta que los años han pasado que tus padres ahora van siendo abuelos y que el ciclo de la vida se va completando y que tú, aunque no quieras formas parte de él,para lo bueno y para lo malo.
Os debía este post.
Tal vez sea absurdo.
Se anuda en mí la niebla de la tristeza como al amanecer se enreda en los muelles y no me deja terminarlo...terminarlo en condiciones y con la pluma tintada de detalles que conformaron mi infancia, mi feliz infancia. Pero ves, otra vez cuando trato de atrapar la poesía, si me permiten prostituir esta palabra, me estremezco deseando dejarlo y poner el punto y final antes que la melancolía me haga partir en su barco.
Eráis especiales,
Abuelos.
Os quiero.
 
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